El domingo constituye el núcleo mismo del misterio cristiano: la Eucaristía, la Pascua del Señor, la Pascua semanal. Si perdiéramos el domingo y lo que significa perderíamos parte de nuestra identidad. Pero el domingo no puede ser reducido solo a la celebración de la Eucaristía, sino que es mucho más: el deber de santificarlo conlleva muchas más cosas.
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